NUESTRA HISTORIA
Andrés Opazo nos cuenta la historia de Los Perales:
¿Quién de nosotros no ha cantado «El Peregrino de Emaús»? ¿Quién no se conmovió ante la simpleza y profundidad de un evangelio hecho música en «Tú Mi Hermano»? De seguro somos muchos y tantas también las canciones que el grupo Los Perales nos regaló para celebrar al Señor.
Cuatro jóvenes religiosos, tres long play, varias presentaciones y después de un largo silencio: el reencuentro. Llegaron nuevas voces y nacieron siete discos grabados entre 2001 y 2010. Ellos contienen canciones que pueden ser objeto de diversa utilización pastoral. Algunas son adecuadas para el uso litúrgico y, poco a poco, van siendo incorporadas por grupos parroquiales. Otras se ofrecen como material idóneo para alimentar la oración, la reflexión y la evangelización, sobre todo un buen número de ellas que recogen casi literalmente textos del Evangelio.
El sociólogo Andrés Opazo nos invita a recoger el pasado y fotografiar el presente de una agrupación que busca ser «una propuesta distinta» dentro de este género musical.
Andrés, ¿Cómo nace el conjunto?
Con Pablo Fontaine hicimos la primera canción: “Espera mi Señor crucificado”. Yo la canté frente a todos, pero me dio mucha vergüenza decir que era de nosotros. Después se animó a escribir el padre Esteban, pero hacíamos canciones para cantarlas en la comunidad, nunca pensamos en formar un conjunto.
Recuerdo que para Semana Santa iba un montón de personas a vivir retiros en Los Perales.
La gente dormía en carpas en la cancha de fútbol. Al final de un retiro, en el año 1959 me parece, de repente llegó Benjamín Mackenna con Los Quincheros y, bueno, ellos cantaron y después cantamos nosotros. Fue ahí que se supo de este conjunto y se interesó el sello Phillips. Comenzamos a venir a Santiago para grabar; dimos recitales, especialmente en las universidades: en la Católica de Valparaíso, en la Santa María, en la de Concepción; también cantamos en la Parroquia Universitaria aquí en Santiago, pero eran presentaciones muy esporádicas porque nosotros vivíamos allá en Los Perales todavía.
¿Renacía el Conjunto?
Hicimos esto sólo como un recuerdo del pasado y nada más, porque nunca hubo un proyecto. Sin embargo, frente a la coyuntura que trajo la enfermedad del padre Esteban el año 99, cuando le diagnostican el cáncer, yo fui a su casa y le propuse transcribirle todos sus escritos. Y ahí me fui encontrando con una serie de poemas y como los dos éramos bien cercanos yo le decía «padre Esteban arréglele aquí, esto podría ser una canción» o le pedía letras sobre ciertos temas y él se ponía a escribir.
Yo había pensado en sacar estas canciones con un grupo parroquial, pero después de algunos intentos eso no caminó. No pensaba en Los Perales, porque estábamos todos muy dispersos, en mundos muy distintos. Fue después de un tiempo que se me ocurrió la idea y hablé con Javier Cerda. Le propuse que volviéramos con el conjunto, pero que le pusiéramos voces femeninas y otras voces, así que empezamos a ensayar las canciones y sacamos «Jesús es la Buena Noticia».
Después de eso Javier se fue a Roma, así que quedamos tres de los integrantes originales.
¿Cuál crees que fue el aporte de Los Perales del inicio a la música litúrgica?
Lo que hicimos ese primer tiempo coincidió con la reforma de la liturgia que trajo el Concilio Vaticano II, que la cambió al castellano y aceptó en la misa instrumentos como la guitarra. Probablemente había poco material para eso, entonces las canciones nuestras fueron acogidas muy bien. Nuestras canciones eran otra forma de rezar, seguían otra concepción de Cristo, de la Iglesia, entonces la gente que venía con la renovación del Concilio adoptó las canciones con mucha fuerza. Yo creo que por eso tuvo una gran recepción.
Y ahora ¿Cuál es el aporte?
Yo creo que ahora es muy distinto por varias razones. Primero porque hay muchas canciones religiosas y la segunda razón, que es más de fondo, es que mucho de lo que se canta hoy tiene muy poco contenido, es muy sentimentaloide. Ahora estamos en un momento muy poco dinámico, muy fome, hay una espiritualidad mucho más intimista, menos comunitaria, menos social y con menos contenido teológico. El gran aporte nuestro son los contenidos. En el primer disco trabajamos con textos del padre Esteban y ahora con escritos de San Francisco y San Juan de la Cruz, entonces nuestro aporte puede resultar difícil de entender para la gente que está acostumbrada a Julio Iglesias o a José Luis Perales, cosas que son así, más lánguidas.A diferencia de antes, ahora sí tenemos la intención de hacer un aporte renovador, ser una propuesta distinta, pero no sé si vamos a tener éxito porque no hay mucha sintonía con los públicos así como era antes. Además, nosotros nunca hemos abandonado una raíz folclórica y eso no está muy de moda. Podríamos hacer otras cosas, pero hay mucha gente que «hace otras cosas». Nosotros queremos seguir una línea, la misma del comienzo.